Que sencillo hubiera sido para Jaime Perelló asumir una actitud similar a la contenida en el discurso citado arriba. Es un hecho: personal de su confianza y bajo su responsabilidad se vio involucrado en un claro y obvio esquema de corrupción en la otorgación de un contrato. Nadie tiene al día de hoy evidencia de que él se haya beneficiado o haya tenido participación en la planificación de dicho esquema. Pero como dijo la Presidenta del PP, aunque no tenía responsabilidad directa si tenía una responsabilidad política.
En un
breve discurso apoyando a su Presidente, y evitando ser una distracción para la
campaña política o causa de duda sobre la integridad del Cuerpo legislativo que
dirigía, pudo haber dimitido a su cargo sin necesidad de admitir ningún tipo de
participación. Continuaba en su puesto y
continuaba con su candidatura con el agradecimiento de su Partido, su Pueblo,
sus compañeros legisladores y sobre todo de su familia. El juicio en curso continuaría y si como él
dice, es inocente, quedaría reivindicado y en el próximo cuatrienio podría volver
a ocupar la Presidencia con el apoyo de sus compañeros.
Pero
lamentablemente vimos como por las pasadas semanas se aferró a su puesto de
Presidente de la Cámara de Representantes.
En esa empeño arrastró a muchos de sus compañeros que tuvieron que
enfrentarse a su Junta de Gobierno y a los Alcaldes que los apoyan, desvió la atención
de la campaña de las propuestas que pudiera presentar su Presidente hacia su relación
en el caso que se ve en el Tribunal Federal y lo más grave de todo, mantuvo a
su familia en agonía y tuvo el descaro de llevar a su esposa a una estación de
radio y dejarla llorando fuera de la cabina mientras un periodista como Rubén Sánchez
lo tenía que entrevistar como él sabe hacerlo, pero inclusive, aun cuando quiso
hacerlo con la agresividad que lo caracteriza, no pudo resistir la impresión que
le causaba mirarla mientras hacia la entrevista.
Pero por
fin recapacitó y tomó la decisión que dio tomar desde el principio de esta
controversia. Lo triste es que no lo
hizo por el País, ni por el Partido, ni siquiera por su familia. Lo que finalmente le hizo entrar en razón fueron
las “amenazas” de los Alcaldes a sus compañeros con retirarles el
respaldo. O sea, que reflejó en sus
compañeros el mismo sentimiento de indispensabilidad que se aplicaba a sí
mismo. ¿Que se haría el Pueblo si esos “patriotas”
no son reelectos a la Legislatura?
Cualquiera pensaría que Perelló lidera un movimiento para redimir la dignidad
del Pueblo de Puerto Rico, que tiene una misión descolonizadora mesiánica, algo
más allá de la mera imposición de impuestos y más impuestos que se originaban
en el Cuerpo Legislativo que él dirigía.
Él podía arriesgarse
a que su Partido perdiera las elecciones, de hecho si le dieran una pela mejor
porque las posibilidades de entrar por Ley de Minorías prácticamente le garantizan
ser reelecto. De hecho, ni siquiera le
importó el impacto que esa controversia pudiera provocar en la estabilidad de
su familia y de su matrimonio. Pero lo
que finalmente no pudo arriesgar era su futuro político y la posibilidad de
mantener el apoyo de sus compañeros legisladores en el caso de que el PPD
prevaleciera en la Cámara.
Esos son
los políticos que nos gastamos, los que llegan a puestos y se creen indispensables,
que por los títulos y prebendas, por las conexiones para lograr beneficios para
su familia, por los grandes logros autoatribuidos justifican su pulcritud y cuestionan
la posibilidad de que alguien pueda tener alguna duda sobre su desempeño. Los políticos “profesionales” que no pueden
concebirse trabajando para nadie, ponchando una tarjeta o firmando en una Hoja
de Asistencia o teniendo que cobrarles a sus clientes. Tienen que tener el control sobre todo, sin
rendirle cuentas a nadie y, sobre todo, un ingreso seguro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario