miércoles, 6 de marzo de 2019

CAMBIOS


Antes de nacer ya me estaba mudando.  Aunque mi familia residía en un pueblo de la montaña, mi madre tuvo que ir a dar a luz en la zona metropolitana.  De bebe viví en ese pueblo de la montana pero mi familia se mudo a un pueblo de la costa.  De mi primera residencia no guardo recuerdo alguno, de la segunda si porque éramos vecinos de familiares cercanos.  Recuerdo, además, a mis vecinitos con los que jugaba.  Posteriormente, regresamos al pueblo de la montana que era donde mis padres trabajaban y donde comenzaría mis estudios en un colegio privado.  Posteriormente me trasladan a la escuela publica y nos mudamos de casa.  Termino mi escuela superior en la escuela publica y voy a la universidad.  Al terminar mis estudios comienzo a trabajar en San Juan y viajo todos los días hasta que me caso y me mudo temporeramente a San Juan y posteriormente a otra ciudad vecina de San Juan.  En mi trabajo he cambiado de área de trabajo en varias ocasiones y me he mudado en la ciudad en que resido.

¿A qué viene este relato de mi vida?  El objetivo es ilustrar como el cambio es una de las constantes en la vida de muchas personas.  No voy a afirmar ni a negar que mi situación es típica de la mayoría de las personas, no lo sé.  Pero si hay algo que no entiendo es como se pretende atender problemas sociales/económicos/ambientales de nuestra sociedad sin hacer cambios y como se demoniza la palabra mudanza, realojo, reubicación, desalojo cuando se plantean como soluciones.

Veamos varios ejemplos.  Las condiciones infrahumanas en que viven comunidades del llamado G8 en Santurce y la condición ambiental en que se encuentra el Cano Martin Pena, la Laguna San José y otros cuerpos de agua del estuario de San Juan.  Cada año escuchamos y leemos las quejas, las promesas, las asignaciones, los estudios, etc. que se requieren para atender esta situación.  Por un lado, los residentes plantean que los quieren sacar para desarrollos de lujo por su cercanía a la laguna, etc.  Pero ¿cuál es el privilegio del cual se despojaría a los actuales residentes si viven en constantes desbordes de aguas negras que van a parar a la laguna con las que colindan?   ¿Por qué negarse a ser reubicados en áreas urbanas ya desarrolladas para permitir la demolición de todas esas estructuras que han invadido el cauce del caño y la laguna de manera que se facilite la rehabilitación de esos cuerpos de agua para su promoción como atracción turística?

Entiendo el planteamiento de las relaciones de comunidad que se establecen, pero en mi caso, cada mudanza (aun dentro del mismo pueblo) implico romper relaciones de amistad con compañeros de escuela y vecinitos con los que jugábamos y lo mismo sucede cuando uno cambia de área de trabajo y se rompen relaciones de amistad.

Otro ejemplo de vigencia actual.  La situación de aislamiento de Vieques y Culebra.  Hace años William Miranda Marín propuso entregar ambas islas a la Marina, mudar los residentes a la isla grande y a cambio recibir una aportación significativa de fondos federales adicionales a los que ya recibimos anualmente.  No voy a afirmar que entiendo la situación de los hermanos isleños, y no creo que muchos la entiendan.  Sin embargo, esta situación de incapacidad de mantener una flota de barcos en condiciones, la necesidad de contratar barcos privados con el correspondiente señalamiento real o especulativo de chanchullos y favoritismos hasta la posibilidad extrema de simplemente privatizar los servicios, con los mismos señalamientos de irregularidades nunca dejaran complacidos a nadie y estaremos como mínimo en la eterna lucha de acusaciones y contraacusaciones entre los partidos de mayoría y llegando a la creación de comisiones especiales para investigar el asunto con la correspondiente tanda de contratos a abogados, investigadores, peritos de parte y parte para acusarse y defenderse cada cuatrienio, claro, con cargo a fondos públicos.

¿Queremos seguir invirtiendo en infraestructura para servir las islas municipios?  ¿Por qué habiendo una pérdida de población y habiendo disponibilidad de terrenos y viviendas ya desarrolladas no se favorece la reubicación de esta población en municipios del área este, desde Fajardo a Ceiba, si escuchamos que muchos de los servicios que reciben estos ciudadanos los reciben en esta área?  ¿Por otro lado, vamos a seguir esperando por la utopía de que la Marina tome acción y limpie los terrenos contaminados y se restauren a su condición original?  ¿Por qué no explorar el desarrollo turístico de una porción mayor de ambas islas mediante la inversión de compañías hoteleras y de cruceros que pudieran invertir el dinero necesario en el desarrollo de la infraestructura necesaria?

Deberíamos usar la razón para combatir la pasión y lograr realizar los cambios necesarios para lograr los grandes cambios que necesitamos.


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