Erase una vez una pequeña niña que
vivía con su madre en un pequeño poblado.
Su madre la maltrataba y la trataba prácticamente como su
sirvienta. Un día, llego un ejercito
invasor y arrasó con el pueblo. El coronel
del ejército, al ver a la niña decidió tomarla como una esclava mas de su
casa. Al principio, la educó y alimentó
tratando de hacerla olvidar su origen y moldeándola a la cultura de su nuevo “hogar”. Pasaron varios años y la niña se convirtió en
una atractiva mujer y decidió hacerla suya a la fuerza porque notaba que a pesar
de tratarla bien ella rehuía de él cuándo lo veía.
Una noche envió a uno de sus
soldados a que trajeran a la joven a su aposento y la violó. De esa relación nació un varón y el coronel
le prohibió a la joven que le dijera que él era su verdadero padre. El niño creció y cuando preguntaba por su
padre su madre le decía que su padre era un hombre muy importante y respetado y
que viajaba por el mundo combatiendo las injusticias y conquistando riquezas
para su pueblo para poder vivir con las comodidades que ellos disfrutaban. Durante años le contó la miseria en la que ella
vivió con su madre antes de llegar a su nuevo hogar. El niño soñaba con el momento en que pudiera
tener de frente a su padre y decirle lo orgulloso que se sentía de ser su hijo y
que algún día quería ser como él.
Cada vez que oía rumores de que
el ejército regresaba victorioso a la ciudad le pedía a su madre que lo llevara
para buscar a su padre. Ella le decía que
su padre estaba muy ocupado y que si él no había enviado por ellos era mejor esperar
porque él tenia muchas asuntos importantes que atender y no quería que se fuera
a molestar con ellos. Así pasaron los años,
los regresos, las partidas y las esperas.
Hasta que el niño se transformó en un joven al que su madre ya no podía controlar
para impedir que fuera al encuentro de su padre.
Un día escuchó del regreso del
ejercito y a escondidas de su madre logró acercarse a la ciudad. Allí vio a otros jóvenes que esperaban
ansiosos el regreso de sus padres que también habían partido a la guerra y se les
acercó. Al notar su presencia y su
ansiedad le preguntaron que hacia el esperando la parada de los soldados. El orgulloso les dijo que esperaba a su padre
que era uno de los lideres del ejercito y era muy respetado y él había esperado
por años ese momento. Uno de los jóvenes,
que lo conocía como el hijo de una de las esclavas del coronel y que también conocía
de la fama de la relación del coronel con sus esclavas, le dice que su padre no
estaba casado con su madre, que él era un bastardo y que su padre jamás lo reconocería
como parte de su familia.
Desilusionado, regresó a la casa
y no le dijo nada a su madre, aunque desde entonces le guardó mucho
rencor. Poco después, preguntando a
otros esclavas le confirmaron que su padre era el coronel pero que el jamás lo admitiría
como parte de su familia, que se conformara con la vida que vivía porque le podría
ir peor, como les iba a otros esclavos de otras casas.
Cuando la madre se entera de que
su hijo ha sabido la verdad sobre su condición de bastardo y que se había dado
cuenta de las mentiras que le había contado para evitarle el sufrimiento de
sentirse rechazado por su propio padre le dice: “hijo perdóname, la verdad es
que yo fui traída aquí a la fuerza por el coronel y el me violó, ilusamente yo
le reclamé que se casara conmigo cuando supe que iba a traerte al mundo, pero él
se negó”.
A ésto, el joven que aun sentía una
inmensa admiración por su padre porque pudo confirmar que en realidad era muy
importante le contestó: “no lo culpo por no haberse casado contigo, ¿quién puede
pensar casarse con una esclava?”
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