lunes, 16 de febrero de 2015

Sexo, Género, Identidad

La controversia sobre el proyecto de implantar un nuevo currículo educativo que incluye el tema del género, el sexo y la equidad es una sumamente compleja debido a la falta de información y a la inconsistencia del Gobierno en explicar en qué consiste el mismo.  Ciertamente las recientemente propuestas enmiendas al Código Penal para disminuir las penas o despenalizar actos como el bestialismo y el incesto resultan chocantes para cualquier persona sin que necesariamente sea un moralista o fundamentalista religioso.  Esto unido al reconocimiento de que algunas de las láminas que se han presentado donde se ilustran actos sexuales o relaciones fuera de lo “normal” están contenidos en libros que SI se adquirieron pero que no se usaron levanta suspicacia en un sector de la ciudadanía.

Lamentablemente, aunque se reconoce el derecho a protestar, vemos como este movimiento en contra de este currículo tampoco es claro al presentar sus argumentos y la “evidencia” que reclama posee argumentando razones de confidencialidad o seguridad para no revelar las fuentes de su información.  Lo más triste de esto es que, aparte de los líderes fundamentalistas protestantes, un solitario sacerdote de la iglesia católica resulta ser el portavoz más locuaz de este movimiento.  Un sacerdote, que se ha ganado el favor de los medios noticiosos, por sus expresiones controversiales que generan reacciones (sobre todo en contra) de los televidentes, radioescuchas o lectores.  Este sacerdote, que además es abogado, parece más esto último ya que en lugar de utilizar el Evangelio y las enseñanzas cristianas del perdón y de amor al prójimo en su argumento se llena la boca con términos leguleyos como “derecho constitucional”, “interés apremiante del Estado”, etc.

Si usted es de los que como yo tenían un enredo con esto del sexo, el género y la identidad de género, le incluyo este enlace donde en términos relativamente sencillos  se explican estos conceptos.  Se dará cuenta de que no es complicado entenderlo, básicamente tiene que ver con el físico, lo que se espera de nosotros por nuestro físico y como se percibe uno a si mismo independientemente del físico.  ¿Qué tiene que ver esto con la equidad?  Bueno, si nos limitamos a dividir a los seres humanos en masculino y femenino por su físico (sexo) no habría gran controversia y la equidad iría dirigida hacia el respeto del ser humano y la necesidad de proveer igualdad de oportunidades, independientemente de su sexo.

La controversia surge cuando rompemos los límites de la sexualidad hacia expresiones “no normales” e introducimos los conceptos de género e identidad de género.  En ese momento entran los juicios valorativos basados en principios religiosos, a parte de las hipocresías sociales como argumentar que combatir el homosexualismo es defender la familia; la familia legal que en Puerto Rico es heterosexual y que en más del 50% de los casos termina en divorcios, familias heterosexuales donde imperan los roles tradicionales que se le asignan a los hombres para dominar y maltratar a las mujeres, entre las problemáticas más evidentes.

Si vamos a implantar un currículo de respeto al ser humano solo tenemos que evitar clasificar y dividir los roles a base del sexo.  Dentro del marco del currículo se identificarían los sexos por su apariencia y rasgos físicos y manera de vestir en general (no creo que haya mucha controversia en que los niños puedan diferenciar un hombre de una mujer si se le ensenan laminas con las características más comunes de cada sexo).  No debería haber problema en presentar hombres con pelo largo y pantallas (rasgos “femeninos” más comúnmente vistos en hombres) cuidando de un bebe o cocinando’ o mujeres con pelo corto, vestidos con pantalones o traje y corbata (rasgos “masculinos” más comúnmente vistos en mujeres) mecaneando un carro o dirigiendo una reunión corporativa.  Existen infinidad de posibilidades adicionales que en carácter de excepción pudieran existir en nuestra sociedad, pero que ciertamente no son visibles.

Los cursos vocacionales que se ofrecen en las escuelas, como artes industriales, economía doméstica, mecánica, y secretarial deberían estar abiertos a todos, y si posible, deberían ser compulsorios, por lo menos los primeros dos. Así las chicas no dependen de un hombre para realizar las reparaciones de la casa y el hombre no depende de una mujer para realizar los quehaceres domésticos.

El currículo no tiene por qué incluir los tipos de relaciones sexuales o afectivas en que se relacionan los seres humanos.  Los padres heterosexuales son más que suficientes para que los niños entiendan que el matrimonio es entre hombre y mujer.  Si resulta que el niño o niña es homosexual o bisexual, será por decisión propia no porque a algún burócrata se le ocurra incluir  una pregunta como la siguiente en las Pruebas Puertorriqueñas:

      "Te consideras:

           a) Heterosexual
           b) Homosexual
           c) Bisexual
           d) Asexual
           e) Pedófilo
           f) Zoófilo"

El discrimen hacia las personas no heterosexuales no es uno que se dé más allá de las expresiones condenatorias de algunos sectores de la sociedad.  Al solicitar un empleo, al pedir un préstamo, al ir a un cine con su pareja, como en infinidad de actividades sociales no es necesario indicar la preferencia sexual.  No podemos pretender que haya unanimidad en torno a nada en la sociedad.  ¿Cuántos de nosotros, mirando en retrospectiva, no recordamos los típicos homosexuales de la escuela, los que llamaban “loquitas” y “marimacho” por no decir otros términos más ofensivos?  ¿No recordamos que inclusive teníamos amigos y amigas que nunca les conocimos novios o novias pero que siempre estuvieron para nosotros?  ¿Cuántos de nuestros amigos, luego de años de no verlos, nos enteramos que son homosexuales, incluyendo algunos de los cuales llegamos a enamorarnos?  En general los jóvenes se toleran como son y no perciben esa diferenciación sexual.  ¿Acaso no jugábamos niños y niñas juntos deportes como softball y baloncesto y volibol y juegos tan rudos como el “burrito” y nos aplastábamos unos encima de otros?  ¿Alguna vez alguien dijo: Fulan@ no juega porque es homosexual?

No es hasta que el ser humano alcanza su adultez y comienza activamente su etapa reproductiva que se percata y puede confirmar su propia identidad de género y la de los que lo rodean.  Sera entonces que se dará cuenta que la chica que le gusta puede ser lesbiana, que el amigo inseparable puede ser homosexual y esté enamorado de él pero que por respeto mantiene un amor platónico que no expresa por temor a perder su amistad, de la misma manera que en una relación heterosexual un chico se abstenga de expresarle sus sentimientos a una chica por temor a que pueda perder su amistad.

Aunque favorezco el que todo ciudadano tenga los mismos derechos que garantiza nuestra constitución y que merecen respeto a su dignidad, entiendo que en la medida en que tratemos de dividirnos, clasificarnos y diferenciarnos más difícil será lograr esta meta.  ¿Acaso no somos todos hijos, hijas, padres, madres, hermanos, hermanas, abuelos, abuelas, tíos, tías, amigos y/o amigas de alguien que sabemos o sospechamos que no tiene nuestras mismas preferencias sexuales?  ¿Acaso no recibimos servicios de profesionales, técnicos, comerciantes, etc. que podrían no compartir nuestras preferencias sexuales, alguien le pregunta al plomero su preferencia sexual?

La receta es simple: respetemos para que nos respeten.

Por último, un consejo a la comunidad LGBTT, cuando celebren el Día del Orgullo Gay no conviertan la parada en un carnaval estilo Mardi Gras.  Esa actitud lo que hace es perpetuar el estereotipo del homosexual alegre, fiestero y desinhibido.  ¿Porque en la próxima parada el mecánico homosexual no se viste de mecánico, la lesbiana chef se viste de chef, el bisexual ejecutivo va de traje y corbata?  Así, cuando se vea la parada no habrá manera de diferenciar los miembros de la comunidad LGBTT de los heterosexuales que los acompañen y apoyen, y el mensaje se enfocara en defender la igualdad de derechos.


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