¿Cuándo tu vecino se compra un carro que no puede pagar, lo
apoyas o no?
¿Cuándo sabes que tu hermano tiene 3 novias a la vez, lo
apoyas o no?
¿Cuándo tu mama decide pintarse el pelo de rojo, la apoyas o
no?
¿Cuándo un compañero de trabajo decide cambiarse de católico
a protestante, lo apoyas o no?
Seguramente, muchos de ustedes pensaran, ni uno ni lo otro,
a mi que me importa, no me afecta en nada, y me parece que es la contestación correcta,
a menos claro, que pidan tu opinión.
¿A que vienen están preguntas estúpidas?
Pues estas preguntas estúpidas responden a la actitud estúpida
de muchos de nosotros que pensamos que todo aquel que es distinto a lo “normal”
necesita que lo apoyemos o que dejemos de “desapoyarlo” (si esa palabra
existe).
Si una persona decide ser solter@ de por vida, ¿lo apoyamos
o no?
Si decide compartir una vivienda con otra persona, del mismo
o distinto sexo, casados o no, ¿lo apoyamos o no?
Si teniendo nombre de mujer se viste de manera masculina o
viceversa, ¿lo apoyamos o no?
En ningún caso necesita que lo apoyes o lo “desapoyes”,
porque en cualquier caso significa que lo juzgas, en un caso coincides en el
otro no coincides. ¿Pero quienes somos
nosotros para juzgar a los demás?
Las personas distintas a lo “normal” no son pruebas que se
aprueban o no, no son modas que se adoptan o abandonan, no son políticos que se
siguen o rechazan, son meramente seres humanos, que como tu y como yo, solo quieren existir,
compartir con sus seres queridos, respetar a sus conocidos, y no hacer daño a
aquellos que no conocemos.
No los apoyemos, no los “desapoyemos”, no los juzguemos.
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